
Estaba anocheciendo y conducía con temor a equivocarse de camino. Los temores imaginarios terminan por convertirse en reales, la rotonda le despistó y de repente se encontró en un sendero cada vez más angosto, a un lado el talud de la montaña y al otro un barranco.
Buscaba un lugar donde dar media vuelta, pero inevitablemente seguía adelante. El coche casi se sostenía sobre las dos ruedas izquierdas, 10, 20, 30 metros.....El latido del corazón aumentaba de tono, los nervios cables de acero, el cuerpo ladeandose hacia el talud, como si el contrapeso pudiera mantener la estabilidad del automóvil.
Al fin un ensanchamiento, un pequeño altiplano con una casa iluminada. No tardó en percatarse que no había salida, tendría que desandar el sendero...No se sentía capaz de repetirlo.
Anduvo hacia la casa, buscaba ayuda, no sabía bien que decir pero empujó la cancela y entró con decisión. Mujeres trajinando en la cocina, un enorme bullicio y nadie le hizo caso. ¿Acaso no la veían?. Habló con tono suave que fue elevando hasta gritar.......desesperada por la ignorancia que causaba se volvió de nuevo hacia la puerta de entrada, quizás fuera, encontrara a alguien que pudiese oírla....
Pero la cancela de hierro estaba cerrada, no había pasador.
Nunca llegaría a la cita.
Estremecedor relato. Será tan angustioso el mundo de los muertos?
ResponderEliminarDe cualquier manera, mejor acudir a esa cita con el corazón palpitando.
Besos
Gracias Max. Esa es la palabra "angustioso".
ResponderEliminarUn mal sueño, una pesadilla
ResponderEliminarRafa: Eso parece, afortunadamente.
ResponderEliminarVa todo bien?
ResponderEliminarSe te echa de menos.
Un beso