30.8.09

Lisboa


Ni ella misma podía explicarse aquel cielo de una tarde de marzo.

De pie en la terraza, miraba fijamente sus colores, la extraña luz que atravesaba las nubes. El viento le estampó en cara y cuerpo una sensación de inquietud, desasosiego y emoción que punzando sus vísceras, le susurraron que en breve algo sucedería.

Los cielos, brisas y vientos, las luces de los astros y las nubes, siempre le hablaron anunciándole acontecimientos en su vida. Inquietud al desconocer el significado. Sentir no es ser vidente.

Sentada en la ventana del castillo, ojos cerrados. Aspira el aire luminoso, triste y salado de la ciudad en agosto. Presiente que el cambio es inminente, ya está aquí. No hay pánico, ni miedo. Quizás un poco asustada y temerosa abre los ojos.

Contempla tras las gafas oscuras la línea donde se pierden el cielo y el mar, el lugar donde se acababa la tierra. Un viento potente y vigoroso agita sus ropas, le zarandea el cabello, agita su cuerpo. Le grita: "despierta, despierta, ya es la hora".

Está atardeciendo pero comprende que en realidad puede ser un amanecer. El viento, la luz, las nubes....la belleza, la tristeza y la alegría...todas las sensaciones y emociones, están dentro de ella, en su interior. Esperando que decida dejarlas salir.

Compartir, sentir con los ojos que la miran.

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