9.2.09

Fisiología del Opus



Coincidieron en aquellas jornadas de hacía cinco años. Desde entonces hubo miradas, muchas miradas. Luego, escuetos mensajes. Finalmente, se atrevieron a hablarse, aunque en realidad no habían cruzado muchas palabras en todo este tiempo.

No eran libres, ninguno de los dos, y el miedo a lo prohibido les paralizaba. A pesar de eso, la puerta de la habitación del hotel se abrió para ella. Sentado sobre la cama del fondo estaba él, esperándola.

Se sentó en la cama de enfrente, justo mirándole a los ojos, sin decidirse a comenzar el ritual. ÉL debió intuirlo porque se deshizo de la chaqueta pausadamente, siguió quitándose prendas poco a poco. De vez en cuando paraba, para mirarla como se deshacía de las suyas.

Tal que, Adán y Eva en el Edén, como si nunca hubieran tenido pudor, se miraban mientras cada cual se acariciaba así mismo en su pequeña isla. Recorrieron kilómetros de piel, mucosas jugosas goteando, miradas, susurros, suspiros y un sin fin de sensaciones jamás vividas hasta el momento. Comenzaron a adoptar posiciones más animales que humanas sin quitarse ojo el uno al otro, como si estuvieran al acecho presa y cazador, cazador y presa, oliéndose, sintiéndose, tan lejos y tan cerca.

Creció en ellos un deseo totalmente inadmisible en la Obra, dilatado por horas, casi a punto de alcanzar el fénix. Fue en ese instante cuando como dos luces, una roja y otra blanca, parpadeando en el cerebro de él. Como dos ángeles, el bueno y el caído, le decían frases contradictorias: "déjalo para luego", "no, no, debes hacerlo ahora", "puedes esperar", "esto es más importante".

En la batalla mental ,el ángel blanco le hizo levantarse de la cama. Ya en el baño, lo intentaba pero tuvo que esperar a que bajara la hinchazón.....finalmente se alivió, pareciéndole un placer maravilloso sin pecado alguno.

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